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Macri en su etapa agónica: el duro castigo de los mercados y la exigencia del ajuste “final”

Por Marcelo García (Exclusivo/El Extremo Sur).

Mauricio Macri está arrinconado, y el establishment parece haberle dado su veredicto negativo. Minutos después de que asegurara en público que contaba con los envíos del FMI para pagar la deuda y evitar el default, los mercados lo volvieron a sacudir y en solo dos días llevaron el dólar hasta los 42 pesos.

Fue una evidente señal de escepticismo y hostilidad, pero el cachetazo devaluatorio que se traducirá en inflacionario contiene otro mensaje: apunta a determinar si el Presidente esta dispuesto a aplicar un shock de ajuste todavía más feroz y responder con firmeza a todo lo que se puede desatar. Si no lo hace, la apuesta apunta a recambiarlo con elecciones anticipadas.

“Presidente, usted ya destrozó su mandato. Hágale un servicio al país, haga el ajuste que tiene que hacer y ponga esto en caja, que la historia lo recuerde como un tipo con pelotas que se entregó por el bienestar de los argentinos y no como un cobarde que nos hundió en la pobreza y desaprovecha la mejor oportunidad histórica del país”. Así de contundente fue el utraliberal economista Javier Milei en la entrevista del jueves pasado por la noche con Luis Novaresio.

La definición de Milei es tan categórica y reveladora que termina sorprendiendo por la sinceridad brutal; tanto es así que parece ser la traducción más categórica del mensaje que el establishment, los mercados financieros internacionales y el capitalismo en su conjunto le están entregando al presidente Mauricio Macri en su propia cara. Obviamente no se trata solo de Milei, ya que lo mismo vienen planteando otros ortodoxos economistas como José Luis Espert, Juan Carlos de Pablo y Carlos Melconian –este último casi seguro miembro del gabinete a partir de este lunes–.

Los mercados y el establishment generaron un vacío de poder que arrinconó a Macri contra las cuerdas, apoyándole una daga en el cuello para que cumpla con lo que consideran debe ser la etapa final de un shock de ajuste definitivo e inevitable. Los poderes fácticos lo hicieron sin importarles que se llegue a los límites de la gobernabilidad, porque ellos sí tienen siempre un Plan B con el potencial reemplazo del Presidente con elecciones anticipadas.

La bofetada del establishment

¿Qué le están pidiendo o exigiendo? Que se hago cargo del shock, de un ajuste brutal que resuelva no sólo el déficit en las cuentas públicas, sino que avance hasta la médula del gasto público, que extirpe el “tumor” del populismo y las políticas keynesianas y reformistas –especialmente concretadas por algunos gobiernos peronistas– que para los dueños de mercados están enquistadas “desde hace 70 años”.

Seguramente Milei no es el vocero del mercado, del empresariado nacional o extranjero ni del capitalismo en su conjunto, pero su pedido/exigencia hacia Macri es el que los mercados le están reclamando a un gobierno nacido desde sus propias entrañas –repleto de CEOs, empresarios y tecnócratas–, que supuestamente venían a “hacer lo necesario” pero que no lo están haciendo, y que tienen la última chance para aprovechar “la oportunidad histórica”.

La grieta explotó por los aires, ya no se trata de macristas o kirchneristas. Lo que el establishment está reclamando es que Macri “haga lo que tiene que hacer” y “se banque lo que venga”, porque si lo hace la historia se lo reconocerá. Si no se anima, no puede o no quiere –porque busca perpetuarse por otro mandato en el poder–, los que manejan el poder y tienen la sartén por el mango buscarán “otro” que lo haga. De esta crisis no se sale con cambios en el Gabinete nacional y la bala de plata a usar tiene otro destino.

Macri y sus CEOs creyeron que alcanzaba con achicar un poco el consumo del mercado interno, hacer un ajuste gradual, devaluar hasta un límite mucho menor a los 40 pesos y licuar un poquito los salarios –todo sobre la base de un esquema productivo primarizado enfocado en Vaca Muerta, la soja y el campo en su conjunto, y la minería-; pero los mercados le estamparon un cachetazo y lo humillaron para hacerlo reaccionar y demostrarle que todo eso es apenas una parte y que tiene que demostrar que está dispuesto a ir por mas, algo así como el “vamos por todo”.

La crisis como única salida

Esta explosiva situación política y económica para los mercados y el establishment solo tiene salida a través de dos tipos de crisis. Ambas opciones tendrán tremendos efectos sociales, políticos y recesivos, dejando en claro cuáles serán los ganadores y los perdedores.

El primer escenario de crisis se vincula con la aplicación de una política de shock con la que Macri deberá imponer un ajuste brutal y eliminar de un plumazo el déficit fiscal –bajando jubilaciones, expulsando del sistema a beneficiarios de la asistencia social, disminuyendo sueldos y empleados estatales, achicando a la menor expresión posible el gasto estatal en Salud, Educación, Ciencia y técnica, etc., tanto en la Nación como en las provincias-. Además deberá permitir que se sigan licuando los salarios en dólares para acercarlos lo más posible a los chinos.

El otro modelo de crisis es también claro y contundente, porque si Macri no se anima o no quiere encarar las tareas exigidas porque pretende intentar ganar un segundo período presidencial, tendrá que adelantar las elecciones como mínimo seis meses, para que de inmediato arranque la campaña electoral y así reflotar la grieta K vs M, conteniendo y direccionando así la ansiedad del estallido social de la población para enfocarla en las urnas. De ese modo se transitarían unos pocos meses de campaña en medio de la tremenda devaluación y la profundización de la inflación por venir.

Si Macri no aprovecha la “oportunidad histórica” no ganará el bronce y el establishment se encargará de buscar, construir y erigir a su reemplazante

–posiblemente surgido de las huestes del peronismo “racional”–; pero el elegido tendrá que asumir las tareas pendientes que dejó el macrismo, no para que vuelva el populismo, ni tampoco para que se resuelva la distribución del ingreso, se baje la pobreza, se incremente el poder adquisitivo, se amplíe el rol del Estado, ni para que haya crecimiento económico y productivo que saque la crisis a los argentinos. La principal misión será hacer lo que no se hizo: shock de ajuste y licuación salarial.

Crisis social y peligro de estallido

Cualquiera de las dos y aparentemente únicas opciones posibles para los mercados tienen una consecuencia que, más tarde o más temprano, desembocará en la explosión de la pobreza y la miseria, aumento del desempleo, la pérdida del poder adquisitivo, la licuación de salarios y el compromiso ineludible de no volver a aumentar el gasto público bajo ninguna circunstancia y sin pretextos.

Ese contexto social en la Argentina viene de la mano, tal como lo demostró la historia reciente, de un posible estallido que aumente la conflictividad, potenciando las huelgas, las movilizaciones, los saqueos y las protestas de las capas medias; todos hundidos en la asfixia económica y el empobrecimiento social extendiéndose como reguero de pólvora por todo el país.

Sólo hay que recordar que la modificación de fórmula de actualización de las jubilaciones y pensiones disparó las jornadas de mediados de diciembre del año pasado con una batalla campal en las inmediaciones del Congreso de la Nación; de ahí en más todo es posible en el terreno de la conflictividad social por venir.

Es ahí donde viene la segunda faceta del reclamo de los mercados y el establishment. ¿Qué debe hacer un Presidente con “pelotas” frente a un panorama de estallido social? Indefectiblemente reprimir y pacificar a una sociedad incontenible para que acepte por la vía de la fuerza que el garrote es la única respuesta para los que no se quieren doblegar a la nueva Argentina y sus formas de convivencia social y explotación laboral.

Si Macri no concreta esa fase, la tendrá que encarar el nuevo gobernante; pero no hay para los mercados otra opción que hacerlo por la vía que sea necesaria. Si prende la del convencimiento y se agacha la cabeza será esa. Si no, será la imposición a través de los mecanismos represivos que posee el poder del Estado, que como fin último tiene la tarea de organizar (con democracia o el régimen intermedio que sea necesario y posible) una sociedad donde el principal objetivo es defender a rajatabla la propiedad privada, la explotación laboral y garantizar las ganancias empresarias.

Peronismo: virus y antivirus

Desde hace varios meses se enarbola como principal argumento que los problemas actuales de la Argentina, especialmente los vinculados al gasto público del Estado, tienen un arrastre de 70 años: Así, la “pesada herencia” superó los límites del kirchnerismo y se trasladó hasta los orígenes del peronismo.

Es que para el establishment, los mercados y la burguesía los más grandes problemas de la Argentina moderna se generaron cuando los trabajadores, a los que despreciativamente denominaron “cabecitas negras”, metieron las patas en la fuente de la Plaza de Mayo para generar la llegada al gobierno de Juan Perón en 1945.

Aunque el establishment sabe muy bien que antes del peronismo, a principios del siglo pasado los anarquistas y socialistas encabezaron la lucha por las conquistas laborales y sociales que sacudieron al país con enormes huelgas; proceso que desembocó en la creación y desarrollo de muchos sindicatos que terminaron organizando a los obreros para enfrentarse a las patronales y la oligarquía terrateniente.

Esos procesos fueron acallados a sangre y fuego, como sucedió con las masacres masivas de la Semana Trágica (1919), la Patagonia Rebelde y la Forestal (1921); pero también hizo falta bombardear la Plaza de Mayo en 1955, instrumentar el plan sistemático de aniquilamiento de la dictadura militar (1976-1983) y más recientemente asesinar decenas de manifestantes durante el 19 y 20 de diciembre de 2001.

Hoy ni la izquierda revolucionaria –y menos aún la desmantelada izquierda peronista– parecen ser el principal problema para el establishment. Los obreros conquistaron un nivel de organización sindical casi inigualable en el mundo entero, aunque para “manejar” y “controlar” ese esquema la burocracia sindical peronista ha sido una herramienta ligada a los poderes concentrados.

Si todo se desmadra, Macri o quien lo suceda deberán demostrar estar dispuestos y decididos a volver a cerrar el proceso de conflicto como en todos los casos anteriores.

Es así como el peronismo se ha transformado en el virus del sistema político y social, con etapas de distribución del ingreso por encima de las nulas apetencias de la burguesía; aunque a la vez actúa viralmente al extender los sindicatos y ni que hablar cuando con la burocracia a la cabeza o con la cabeza de la burocracia se enfrenta a algunas de las políticas del capitalismo concentrado.

El peronismo tiene bien en claro que no será el impulsor de la destrucción del capitalismo, facilitará la convivencia social a través de conciliación de clases y hasta posibilitará que en épocas el empresariado “se la lleve en pala”.

El peronismo es el antivirus para que los trabajadores y los sectores empobrecidos no se enfoquen en romper el esquema de explotación capitalista.

Es por eso que el virus que hoy en día es acusado de la madre de todos los problemas iniciados hace 70 años, mañana puede transformarse en el antivirus que le posibilite al establishment contener el desborde social que sucedería a las dos crisis que se plantean como únicas salidas. Si Macri no asume su rol histórico, puede terminar siendo un peronista “clásico” el encargado de completar la tarea incumplida.

Las teorías pueden estallar por los aires a la hora de ser llevadas a la práctica, y–por más poder represivo con que cuente la maquinaria estatal, poder de contención de la burocracia sindical y rol esencial del peronismo conservador– nadie puede garantizar que Macri o quién sea hagan pasar el shock de ajuste y el desmadre no termine generando algo nuevo que genere un nuevo entramado social que desemboque en el punto más equidistante del proyecto elaborado por el establishment. La historia se está escribiendo minuto a minuto, y nadie puede asegurar cuál será su desenlace definitivo.