Cargando...
Marca

El Liceísta Indescifrable

Arcioni huye hacia adelante, pero no logra esbozar ni el borrador de un plan de emergencia. Tan acosado está que parece planificar con un horizonte de 30 segundos. El sucesor de Das Neves no pudo ofrecer hasta ahora indicio alguno de su capacidad para delinear un mínimo esquema de reconstrucción institucional dentro de un sistema político que agoniza entre la corrupción, la bancarrota y una mortificante pasividad.

Es un hombre infinitamente solo al comando, que gobierna sobre la cuerda floja que una provincia desquiciada le sacude todos los días. Ninguno de los legisladores nacionales tiene en cuenta sus consejos, y los legisladores provinciales que le atienden el teléfono son 4 o 5 de los 27.

De Chubut para Todos, el partido que a trancas y barrancas y casi con desagrado lo depositó en la poltrona de Fontana 50, solo quedan recuerdos de lo que fuera una máquina aceitada de poder.

Ahora es una fuerza residual, diezmada por las sospechas de corrupción. Busca sobrevivir casi como en un gesto  reivindicativo, a partir de la voluntad de Raquel Di Perna y algunos sobrevivientes del holocausto de los Judas –como ella misma caracterizó a Correa–.

Lo que ocurrió tras la muerte de Das Neves se asemeja al colapso desatado luego de la desaparición de Kirchner. Entre las empresas alevosamente espúreas de Diego Correa y los bolsos repletos de dólares de José López parece existir un mismo hilo conductor. Corruptos o no, los líderes muertos se enfrentarán al juicio de la historia, pero no al de los Tribunales.

El procesamiento de las primeras líneas del gobierno dasnevista tiene una consecuencia política fulminante, más allá de las condenas que finalmente se apliquen.

Nadie puede escapar del derrumbe de la fuerza política a la que pertenece, aunque su rol en la gestión haya sido contar estampitas en lugar de billetes. Tan sumisa es la sociedad ante el poder absoluto como cruel frente a una caída en desgracia tan sangrienta.

El poder y la honra

Arcioni cumple con el protocolo básico de un gobernador que aparece vaciado de poder real. Están su Armani, sus zapatos extranjeros, su sonrisa congelada en los actos de aniversario y el peinado inmaculado que incorporó en su paso por el Liceo Militar y decidió no abandonar al ingresar en la zona confortable del escribano exitoso de buena familia.

Con el rostro impasible –otra marca liceísta en su estilo– ejecuta la tediosa pero ineludible  operación política de desconocer a todos los compañeros de ruta que adquirió automáticamente al ser elegido por Das Neves.

En una entrevista con El Extremo Sur tras ser postulado a vicegobernador, Arcioni asumía que esa decisión implicaba arrojar su honra a los perros. Clarividente o no, ahora atraviesa la experiencia que él mismo describiera con más de dos años de adelanto.

El elegido y los amigos

El hombre elegido por Das Neves asume al mismo tiempo el desafío de resultar creíble –e inocente frente a las sospechas– ante una sociedad rabiosa de dolor y con la sensación de haber sido traicionada.

Debe  connotar –si no demostrar– que si bien fue el número dos de un gobierno cruzado por la corrupción y participó de numerosos intercambios junto a la inmensa mayoría de los actores de la trama Correa, jamás llegó a saber absolutamente nada de las decisiones espúreas que ellos tomaban, a espaldas o no del propio gobernador. No eran sus amigos; eso remarca en la intimidad.

En un sentido, su posición se asemeja a la del ex miembro del Gabinete y ahora Garganta Profunda Alberto Gilardino, quien aseguró ante los fiscales que  durante mucho tiempo lo ignoró todo acerca de la recaudación ilegal.

Claro que Gilardino tuvo una experiencia diferente a la de Arcioni, ya que finalmente cayó en la cuenta de que el cobro de su sobresueldo sin cobertura legal le iba a traer problemas en el futuro. Al darse cuenta, no lo denunció ni exigió que dejaran de pagarle, sino que pidió que se lo blanquearan, lo que Correa hizo prontamente aunque reduciéndole la prebenda.

El control Zen

El gobernador se diferencia del joven denunciante Gilardino precisamente por su silencio absoluto, tanto en On como en Off. Su lealtad con Das Neves nunca estuvo en duda, pero fue una lealtad observada exclusivamente hacia él.

Si alguna vez intuyó o sospechó al menos alguno de los más turbios manejos  que ocurrían en el vientre del gobierno, decidió mantener esa información en la intimidad de su conciencia; tal vez esperando que algún día estallaran en el propio rostro de los responsables. De ese modo, quizás, terminaría por ser liberado de la compañía de esa comparsa indeseable y no buscada cuando llegara la hora de lo que veía venir cómo su futuro gobierno.

Está probado que Arcioni fue maltratado con alevosía y aislado rigurosamente por el entorno más cercano de Das Neves mientras fue Vice. Correa y compañía ni siquiera le permitían utilizar el despacho de Fontana 50 durante las prolongadas ausencias del mandatario.

Sin embargo, el control Zen del sucesor de Das Neves fue absoluto pese a personalidad volcánica. Se ignora si en algún momento le refirió algún comentario específico a su Jefe, como dice haber hecho Gilardino.

Se ignora también si alentó de alguna manera el avance de una causa que amenaza con llevarse puesta a gran parte de la clase política, ni si llegó a pedir clemencia a Miquelarena para alguno de los detenidos con los que sí tuvo trato habitual desde antes de llegar a la primera magistratura provincial, en sus tiempos de calma chicha en Comodoro.

Apuestas modestas

La apuesta central de Arcioni al remodelar el gabinete fue hacer súper ministro a Sergio Mammarelli. El tono desenfadado y liberal del elegido, quien se lanzó contra todos los enemigos juntos en medio de la debilidad congénita del gobierno –y todos lo conocían desde su rol de operador osado de la política como para creerle el discurso–, terminó en un fulgurante incendio y en su veloz renuncia para regresar a su plácido enclave en la ciudad más linda de San Luis. De allí había venido para ayudar a su amigo del alma, pero solo le legó la animadversión de los gremialistas, las mujeres, los periodistas, los peronistas, los radicales, etc. Sumó enemigos como un cruzado a la lista propia que Arcioni traía en su equipaje.

La economía de la provincia atraviesa uno de los puntos más críticos para su supervivencia desde la traumática salida de Perl. Para acometer el ajuste del Estado, el gobernador acudió a la dupla Garzonio-Tarrío tras la salida de Mammarelli. El primero tuvo un paso casi imperceptible por el primer mandato de Das Neves, y Tarrío es un hábil contador que salió con mal paso de Petrominera para ser reclutado durante un tiempo por el ágil sobreviviente intendente madrynense Ricardo Sastre. La sensación es que apenas pueden contar las pérdidas y proyectar el pago demorado de lo que no se puede pagar.

Los peronistas más fuertes del gabinete son Marcial Paz –quien posee una larga experiencia tras lidiar durante años con los conflictos gremiales, pero se asoma ahora al rol de ministro político de un gobierno que no tiene capacidad de diálogo ni iniciativa– y Piri Sotomayor, quien fuera un dirigente de confianza de Marcelo Guinle y hoy se convirtió en rueda de auxilio de Arcioni. Sotomayor posee una virtud casi desconocida en el gobierno actual: conoce con apellido y rostro al 99% de los dirigentes peronistas de Chubut y a gran parte de los punteros del territorio.

Se dice que Das Neves había ordenado a Arcioni que algunos dirigentes de distinto nivel a los que había descartado no debían formar parte jamás de un eventual gobierno en su ausencia. Liberado de su tutela, Arcioni apeló a dos de los vetados para intentar recomponer dos zonas arrasadas: la seguridad y la comunicación.

Massoni viene perfeccionando el acting de aparecer en las fotos de las causas de corrupción e investiga la compra de unas cámaras parece que pagadas con sobreprecio, mientras Daniel Taito recién comienza a mover sus piezas en un tablero que conoce de sobra tras su paso por las gestiones de Das Neves y Buzzi.

Aspiración o resignación

Si Arcioni quiere evitar ser recordado como un mandatario intrascendente –como lo fuera Fernando Cosentino tras el linchamiento de Perl; quien también fue abandonado y prácticamente estaqueado por casi todo el peronismo, que luego pagó ese gesto con doce años de gobiernos radicales– deberá elegir al menos una identidad menos vaga y un programa de gobierno, por modesto que sea.

Se le agradecería  cualquier idea superadora de esta tormenta total y el respaldo a algunas causas que cruzan transversalmente a la sociedad, como el avance imprescindible de los derechos de las mujeres, la necesidad del aborto libre, la defensa del ambiente y el respeto por los derechos de los trabajadores; así como un gesto de transparencia acerca de qué está dispuesto a hacer ante la avanzada minera y la política macrista de desguace del Estado.

Si eso es demasiado para la piel de Arcioni, bastaría para empezar con una pequeña propensión al diálogo, la moderación ideológica –que no digo tanto como progresismo– el reconocimiento de lo que encontró en las entrañas del gobierno al ocupar la silla que alojó a Das Neves durante años y una breve descripción de lo que le gustaría hacer –si es posible, todavía mejor–.

Su coqueteo con el macrismo se parece al de los presidentes europeos con Trump. En ambos casos la sumisión termina con el desprecio. En ninguna de sus infinitas fragmentaciones, el peronismo chubutense guarda un lugar para Arcioni.

El ubicuo, resistente y librepensador Ricardo Sastre es el peronista-dasnevista más potable para un sector de Cambiemos, y su distancia con Arcioni parece insalvable. La semana pasada el intendente de Madryn logró por las suyas que Nación le adelantara fondos para pagar los salarios en tiempos complicados.

El gremialista-empresario Héctor Gonzalez se quedó sin plan A tras la decisión de Maderna de dedicarse a recuperar su salud, y sindicalistas como Taboada o Lludgar solo se mueven al compás de su propio interés.

Touriñan se anima a amagar con su candidatura en medio del desierto de las ideas, pero seguro estará dispuesto a aceptar un lugar confortable en algún modelo de concordancia amable.

Mena empieza a ser visto como la imagen revelada de Macri en la Tierra chubutense, y su imagen se cae a pedazos en las encuestas. En Comodoro no encuentra obediencia radical ni tampoco un candidato potable.

Corrupción y Garayalde

Las tierras movedizas que rodean al Muro de Garayalde con capaces de devorar a cualquier dirigente del Sur que se atreva a cruzarlas –se sabe, solo lo lograron Roque González y Buzzi–, pero si Linares se decide a salir de su mutismo político y amplía su agenda podría hallar un hueco para penetrar en  la percepción de los votantes de Trelew y Puerto Madryn.

Fuera de su territorio de poder, Linares es percibido como algo arisco, de modales rudos y sin abjurar de su lógica comodorense ni de su lealtad a CFK, pero también como el dirigente que permaneció más lejos de la corrupción que Rawson convirtió en norma de gobierno.

Mientras empresarios, dirigentes y larvas de todo origen iban en procesión a Rawson en busca de su pedazo, Linares gobernaba bien o mal en soledad la ciudad más castigada de Chubut por los desastres políticos y naturales,  en medio del abandono sostenido a la que la sometieron los gobiernos nacional y provincial.

Desde el gobierno se puede hacer algo más que hablar, y Arcioni tiene esa oportunidad. Eso será posible hasta que la bancarrota obligue a lanzar al agua los botes del Titanic, que nunca serán suficientes. En estos meses pasó de vicegobernador hierático a liceísta indescifrable.

Vía El Extremo Sur