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Cuarentena entre libros, la sobreinformación, una escoba y entrenamientos en casa

(Soledad Herrera)- A un año del anuncio que nos cambió la vida, el 2020 comenzaba siendo un año como cualquier otro, renovado de objetivos y lleno de ilusiones.

Cuando decidís cumplir muchos roles sabes a que te enfrentas pero nunca imagine que en pandemia. Soy mamá, estudiante, futura periodista trabajando en radio y deportista. Así pasé mi cuarentena, entre libros, la sobreinformación, una escoba compartida porque con Christian- mi pareja- por que siempre repartimos tareas y los entrenamientos en casa, que también compartíamos.

En marzo anunciaban las medidas de restricción a días de festejar el cumpleaños de mi hija, Luisi, el último cumpleaños donde estuvimos todos en familia. Y digo todos porque el covid también me enseñó que no éramos inmunes a nada y se llevó a un tío muy querido… ahora aunque levanten las medidas y se pueda festejar cualquier evento ya no vamos a estar todos. Lamentablemente a muchas familias les pasará lo mismo.

A la semana pasamos el cumpleaños de Christian, los tres y con algunas videollamadas, se vinieron más cumpleaños en cuarentena y aprendimos a cantar el feliz cumpleaños con algunas demoras, pero a estar a pesar de todo.

La virtualidad se hizo amiga del mate-individual- y estaba presente en todos mis días, igual que la sobreinformación que teníamos que ir chequeando todo el tiempo y muchas veces. Ya no habían sábados ni domingos, sólo días. Monótonos días, era levantarse, comenzar a trabajar mientras desayunaba, luego hacer el almuerzo, entrenar, estudiar y cenar, y obvio que el ser madre es las 24 horas del día e incluso Luisi se sumaba a realizar las actividades con nosotros.

Ya no salíamos hacer el pedido en familia, ya no habían comidas en familia, Luisi no iba más a la plaza, ahora hacía collage en casa y jugaba con masas de sal.

A mitad de año, ya me había desencantado con todo y lo único que continuaba haciendo eran mis obligaciones con el trabajo y la casa, que eran inevitables, y aprovechar al máximo el tiempo con mi hija. El resto ya se hacía si había tiempo y como ya no percibía cuando iba a terminar todo, no le encontraba el sentido a dedicarle minutos.

A los meses con las aperturas de actividades las ganas volvieron aparecer y comencé a retomar mi vida de a poco. La vacunación comenzó a dejar ver la luz al final del túnel, y llegó la vacuna para mis abuelos, que después de un año tan duro, vuelven a estar más tranquilos.

Hoy hay nuevos objetivos con muchas expectativas pero indudablemente el aislamiento nos enseñó a pensar más en el valor de las cosas, lo que realmente importa y a darle un sentido a todo lo que hacemos.