El derecho a la igualdad y el problema del techo de cristal

Mariel Suarez, Jueza Penal de Chubut, hace un análisis sobre el derecho a la igualdad, que encierra consigo el de no discriminación.
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(Por Mariel Suarez, Jueza Penal de Chubut, Experta en Derechos Digitales, Triple Magister Cibercrimen, ciberseguridad y Perito Informática Forense)- El derecho a la igualdad encierra consigo el de no discriminación e implica a nivel universal que ningún ser humano puede ser discriminado, humillado o destratado en igualdad de condiciones. La discriminación es un mal social.

La igualdad es un derecho humano, universal, base de una sociedad justa y de un comportamiento humano esencial, reconocido por instrumentos internacionales.

Sin igualdad prevalece la injusticia, por ello así también las constituciones de cada pueblo reconocen ese derecho como universal y humano.

Por décadas, se le ha asignado a la mujer un determinado rol sesgado y limitante, sólo por el hecho de ser mujer.

Ni las mujeres por el simple hecho de ser mujer, ni los hombres por el simple hecho de ser hombres están un puntito arriba o debajo de nadie.

La capacidad solo se mide por el desempeño, la trayectoria y la aptitud de cada uno independientemente del sexo, género, raza, religión, idiosincrasia, color de piel, edad, nacionalidad o cualquier otro factor diferenciador.

Evidentemente aún existe una mentalidad discriminadora que minimiza a la mujer y la estereotipa en determinadas actividades o roles. Eso genera desigualdad desde distintos planos, desde las actividades tanto como en las escalas salariales entre hombres y mujeres.

La solución no es sencilla  y seguramente no provendrá de una ley de cupos. Se trata de un profundo problema social, una mirada sesgada que sólo puede remediarse con acciones positivas de parte de todos nosotros hombres y mujeres.

Las mujeres tenemos derecho a desarrollarnos conforme nuestras expectativas y deseos. En base a la igualdad de trato y la prohibición de discriminación tenemos derecho a formar una familia o no y/o a trabajar por una remuneración  o no.

Si hacemos uso del derecho a desarrollarnos profesionalmente, en ese camino tenemos derecho en base a nuestra capacidad, a alcanzar los altos puestos o cargos gerenciales al igual que los hombres, incluso en la política.

Mentalidades sesgadas por viejos prejuicios, son las que en definitiva han creado el famoso techo de cristal del que tanto se habla en la Provincia, relacionado al cupo femenino en el Superior Tribunal de Justicia.

Pero el techo de cristal no sólo existe en la Justicia sino que, en el sector público en general, en el sector privado y la política no está exenta de ello como hemos notado.

Las leyes no solucionan todo, menos estos temas arraigados en la sociedad. Contribuyen a clarificar el camino si bien siempre llegan después de los acontecimientos, dado que las leyes nunca se adelantan a los hechos.

Lo que provoca el verdadero cambio de ideas seguramente será que todos asumamos los desafíos que nos tocan predisponiéndonos al cambio, a adoptar una mentalidad amplia, que aceptemos, que reclamemos, que cuestionemos los modelos o las ideas impuestas.

En el caso de la justicia, la ley de cupo femenino no sería la  única solución al problema de la integración femenina del máximo órgano, sino que además habría que implementar mecanismos más transparentes de selección para evitar la dedocracia, lo que también debería ocurrir en la política y en el sector privado.

Los mecanismos transparentes de selección podrían tratarse de la implementación de concursos sumado a las leyes o reglamentos que pudieran existir, pueden ser una herramienta eficaz para preservar la democracia en todos los aspectos, sentidos y estratos de la misma evitando la corrupción, algo que tanto mal le hace a la sociedad y a la democracia en sí. La corrupción es un problema arraigado en distintos planos sociales que envenena la sociedad y la destruye desde sus áreas trascendentes, salud, justicia, educación, seguridad, seguridad social entre otras.

Mujeres, defendamos con dignidad nuestra igualdad, sin menospreciar, sin vulnerar, sin agredir, porque las disculpas cuando llegan, llegan tarde.

Defendamos nuestros derechos reclamando con respeto. Pero reclamemos, porque un punto arriba o un punto abajo no hacen la diferencia, la diferencia la hacemos entre todos y la pandemia nos ha dejado en claro ello. No validemos ningún tipo de discriminación.