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La Voz Comodorense…

(Raúl Figueroa) Siempre voy a recordar esta anécdota divertida con el Oso: era mi despedida de soltero, una fría noche de julio del 97 y lo vi acodado en la barra del pub adonde, con mi grupo de amigos, fuimos a parar esa fría noche de invierno. Nunca antes le había hablado, pero no quise perder la oportunidad: en mi estado “celebratorio”, me acerqué y lo abracé como a un amigo de toda la vida: “gracias, Osssso querido, por todos los pibes que formaste con sólo escucharte por la radio!”. La respuesta, con una sonrisa comprensiva y un abrazo, me hace reír cada vez que me acuerdo por su tono informal, ‘cero’ ceremonioso: “no me digás eso, boludo, que me hacés sentir un viejo choto”.

La “Voz Comodorense” será eso siempre eso para mí: un sonido de la identidad radial local y regional. Desde aquel “Master 1”, tan novedoso en la televisión local de los 80, o sus mañanas de radio, escuchándolo mientras trabajaba en un kiosco y estudiaba Comunicación Social, admirando su modo de acompañar a la audiencia (no me olvido que lograba transmitir algunas partidas de dados, jugando con los oyentes), hasta el último tiempo en que me tocó compartir un espacio de trabajo en su radio, donde fui testigo de su arte y pasión por el micrófono.

Hace poco le envié un mensaje, al saber de su lucha contra la enfermedad: “Querido Maestro, seguramente muy pronto estarás nuevamente en el aire de la radio. Tu voz es parte de la esencia comodorense”.
No tengo dudas de que es así: no se va quien ya forma parte de la banda de sonido de nuestras vidas. Buen viaje, Oso. Y como decíamos en broma en algunas despedidas de viernes, o en ocasión de algún brindis: “Y que vuelen los ángeles”.