A comienzos de julio del año pasado un joven docente de Ciencias Biológicas llamado Ian Alejandro Rubey encendió la cámara de su computadora en el living todavía silencioso de su casa, en Puerto Madryn, Argentina.
Era la historia de un hombre trans que estaba gestando mellizos y que estaba por convertirse en padre primerizo y múltiple. Un varón que deseaba tener un parto vaginal y darles la teta y para quien ninguna de esas palabras asociadas a “lo femenino” –gestación, vagina, tetas– significaban un problema.
“Es que mi identidad de género masculina ya estaba muy arraigada”, explicó en aquel entonces. Se refería a que nada vinculado al embarazo atentaba contra su masculinidad. Ian no tenía pareja cuando pensó en gestar por eso decidió ser “papá soltero” a través de un tratamiento de fertilidad con esperma de un donante anónimo.
Para recuperar el ciclo menstrual y empezar a probar, lo primero fue interrumpir las inyecciones de testosterona con las que había logrado, entre otras cosas, engrosar su tono de voz y que le creciera la barba. A diferencia de otros varones trans, Ian no se había hecho la cirugía de masculinización de tórax, es decir, había conservado sus mamas.
Los planes, sin embargo, cambiaron a mitad de camino, porque cuando ya estaba embarazado se enamoró de una mujer 20 años mayor que él llamada Patricia, por lo que vivieron juntos no sólo la gestación sino también del momento del nacimiento.
Manuel y Yanay Almendra nacieron por cesárea tres semanas después de la entrevista, cuando su papá había llegado a los ocho meses de gestación. A Yanay le faltaba líquido por lo que el deseo del parto vaginal, al final, no pudo ser. Lo que sí pudo ser fue la lactancia, incluso de una forma mejor a la que Ian había imaginado.
Los amamantó él pero también los amamantó su pareja, Patricia, que ahora tiene 55 años y no tiene vínculo biológico con los bebés.
“Ella, para ayudarme, empezó a poner a Manu en su pecho. Un día, cuando ya estábamos en casa, empezó a sentir que le salía leche. En el Comité de Lactancia nos dijeron que sabían que una persona que no gesta es capaz de amamantar aunque era la primera vez que conocían una historia en primera persona”, cuenta Ian ahora, cinco días después del primer cumpleaños de los hijos que crían juntos.
El 29 de julio del año pasado entonces a Ian le pusieron primero a Yanay en sus pechos. Era la más chiquita y le dijeron que era la que más lo necesitaba para recuperar temperatura. Ian se había preparado para la lactancia, de hecho había asistido a un curso llamado “Taller antes del nacimiento”, que incluía a cualquier persona gestante y no sólo se limitaba a la “lactancia materna”.
Así y todo le resultó -como a muchas otras personas que dan la teta- “muy difícil”.
“No me parecía una contradicción con mi masculinidad ni nada por el estilo, de hecho yo no me había sacado las mamas porque no sentía un rechazo”, cuenta él. “Pero en ese momento igual es fuerte porque te encontrás con un cuerpo que te es extraño. Más allá de que siempre tuve tetas nunca había tenido las tetas de cuando amamantás”.
Ian intentó que ambos se prendieran y empezaran a succionar fluidamente pero nada fue como en las propagandas. “Hasta que lográs ese binomio con cada uno…es un proceso de intentar, frustrarse, intentar, frustrarse”.
Era primerizo pero lo acompañaba de cerca Patricia, su novia, que ya había tenido cuatro hijos, el menor 20 años antes.
Sin embargo, en las últimas horas se viralizó un video de una médica y su ¿polémica? opinión acerca del caso:
Sentido común.👏
pic.twitter.com/lqkjGyIuIS— Hippies con Osde (@HippiesConOsde) August 3, 2023