(Víctor Amigorena) El coronavirus nos cambió la vida a todos. A algunos los afectó y a otros los potenció en su tareas, en lo económico. En lo personal no tuve grandes cambios en la rutina laboral, si en todo caso un incremento del trabajo. Soy uno de los tantos considerados esenciales, esa palabrita que apareció en la pandemia, por mi actividad como periodista. Y la información se convirtió en un bien preciado, así que había que estar “en todas”.
Si, al igual que todos, perdí esas cosas que nos afectan desde lo otro, desde lo emotivo. No hubo reuniones familiares ni con amigos. Tal vez lo que más se extrañó. Quedaron de lado los encuentros de pádel, los tercer tiempo con asado, las idas al gym.
Mi gran pasión quedó paralizada: las salidas y viajes en moto. Solo encenderla para escuchar el sonido del motor y hacerle mantenimiento, pero sin rodarla.
Fui contacto estrecho, pero sin contagio. Así que tuve que trabajar dede la virtualidad por dos semanas. Y luego fui positivo de Covid, aunque afortunadamente sin complicaciones para la salud.
Todos tuvimos que adaptarnos a una nueva realidad, fuera de lo que era la “normalidad” establecida. Una realidad que aún hoy continúa.
Creo que sobre todo aprendí a a valorar y a ver que no todos pensamos igual y que a veces los intereses personales nos pueden llevar por caminos diversos y eso hizo que las cosas no salieran como sí todos queríamos.
El 2021 no será muy distinto, tal vez con más libertades, pero con el alerta de tener que cuidarnos y cuidar al otro. Debemos transitarlo con esa responsabilidad y confiar en que la cura llegará, y por sobre aprender de lo que ha sucedido y valorar lo que tenemos, sobre todo los afectos porque hay quienes han perdido seres querido, y eso, desgraciadamente es irremediable.